martes, 16 de junio de 2009

La mano


Con los pies descalzos en la arena, mientras pateaba distraído una oxidada lata de cerveza, Anselmo, un pequeño niño de apenas ocho años, recorría la playa buscando algo de valor, olvidado quizás por algún turista pasado de tragos. Los flecos de sus pantalones cortos bailaron por un instante al compás de una fría ráfaga matutina, que le penetró traviesa por los agujeros de su vieja y descolorida camiseta. El sol asomaba tímido al borde del mar, mientras la brisa mecía suavemente los barcos amarrados al rústico muelle de madera.
Nuestro hombrecillo imaginó por un instante la posibilidad de convertirse en un Ronaldo caribeño y, tomando impulso, pateó fuertemente la lata, convertida de pronto en un blanquinegro balón, por obra y gracia de su fantasía, hacia una imaginaria y lejana portería. Casi podía escuchar los gritos de los cuarenta mil fanáticos animándolo hacia su meta. El pretendido balón, con su verde rótulo de “Presidente” dando vueltas sin cesar, rodó con rapidez hasta tropezar con un objeto metálico que apenas sobresalía de la arena. La lata se detuvo dando un salto y el sonido llamó la atención del improvisado futbolista. Anselmo se acercó despacio, mirando con atención el lugar donde se había roto el encanto de su imaginario partido. Con graves reflejos dorados, un grueso anillo asomaba su único ojo de cristal entre la arena y las algas mustias. El niño olvidó el fútbol, presintiendo un jugoso premio, más valioso que la hipotética copa mundial. Hundió los dedos en la arena y aferró emocionado su trofeo, pero otros dedos, rígidos y fríos, sujetos al anillo, le llenaron de terror. Su garganta apenas pudo ahogar un grito cuando reconoció una mano, cortada limpiamente a la altura de la muñeca, que aún parecía pedir auxilio. Anselmo retrocedió torpemente, y tropezando, cayó sobre la arena de espaldas. Entonces, la mano cobró vida. Con un movimiento espasmódico se sacudió la arena que la cubría, estiró sus dedos uno por uno, y con la agilidad de una araña, corrió por la arena hacia el niño, mientras la piedra del anillo que lucía en su dedo mayor, se tornaba de un rojo intenso. Anselmo se incorporó con la agilidad de un felino y echó a correr sobre sus propias huellas. Sus pies se hundían en la mojada arena de la playa, haciendo más difícil la huída de aquella pesadilla. El niño iba ganando terreno y poco a poco se alejaba de aquel horror mutilado que a ratos corría y a ratos saltaba sobre los montículos de arena y la gruesa alfombra de algas secas. De pronto, uno de los pies de Anselmo tropezó con un coco, olvidado junto a la orilla por la manía juguetona de alguna ola. Su cuerpo rodó sobre la blanda superficie, antes de volver a incorporarse con dificultad e intentar reanudar la carrera, pero la mano incansable había ganado terreno y se aferró con fuerza sobrenatural a una de sus piernas, haciéndolo caer nuevamente. Anselmo quedó inmóvil sobre la arena, paralizado por el terror, mientras la mano avanzaba, reptando sobre su cuerpo, hasta detenerse sobre el pecho. La piedra del anillo recuperó entonces su color brillante, su resplandeciente blancura, apenas un instante antes de que la mano saltara con siniestra precisión -era zurda-, sobre el cuello de su víctima...¡Ay Dio, ay Dio má, uxilio quemeajorca, meajorca má, uxilioooooooo! … Los gritos llegaron desde la única habitación de la humilde casucha de madera, hasta la improvisada cocina, donde la madre de Anselmo intentaba un café matutino, entre fósforos humedecidos y humo de cuaba fresca. Levantando el viejo saco que servía de puerta, la humilde mujer alcanzó a ver a su hijo que se debatía en el camastro, mientras intentaba quitarse de encima una gruesa red de pesca que había caído sobre su cabeza.
¿Qué pasó mi’jo, qué pasó?...¡Ay má, la mano, que meajorca, la mano má, quítemela por Dio, quítemela má!...¡Qué mano ni que vaina, carajo er diablo!¡Uté no ve que fue el tramallo de su padre que le cayó en la cabeza!¡Mire el suto que me ha pegao con eso grito!¡Levántese jaragán!¡Mire cuanto oficio po jacé y uté dulmiendo toavía!
La madre del niño, murmurando aún, volvió a su inconcluso café, mientras Anselmo, ya totalmente despierto, juró veinte veces no volver a escuchar esas historias de piratas que le contaba su abuelo cada noche antes de dormir.

domingo, 14 de junio de 2009

"Después de la lluvia"


Desde el balcón de un cuarto piso frente al Malecón, Raúl contemplaba los últimos colores de la tarde habanera. A sus pies, el rollo de nylon ya preparado con los avíos, le invitaba a probar suerte en el mar levemente picado que se mecía a sólo unos metros de sus pies, tentándolo. Una leve llovizna era lo que quedaba del copioso aguacero que, apenas unos minutos antes, hacía correr por la cuneta la basura de dos semanas acumulada en las calles del populoso barrio de Centrohabana. "Después de la lluvia salen los peces", se dijo para animarse. La pesca en el Malecón y las salidas furtivas con Martha a alguna que otra fiesta, eran sus únicas formas de diversión, de escapar por algunas horas de una realidad cada día más difícil. "Raulito, ¿no vas a bajar hoy?.Mira que la tarde está buenísima y a lo mejor resolvemos el almuerzo de mañana." La voz de la madre desde la cocina, terminó por decidirlo. Con un movimiento ágil levantó con el pie el carrete y lo lanzó hacia arriba, atrapándolo con las manos, en una especie de maniobra circense. Se puso a toda prisa un descolorido t-shirt y se dirigió a la cocina:
- A ver, ¿qué hay de comer en esta casa hoy?- le preguntó, abrazándola por detrás.
- Una tremenda sopa. Te vas a chupar los dedos.
- Lo de tremenda quiere decir que nada más tiene fideos, ¿no?.
- ¿Y qué tú quieres, filete?.- le dijo sonriendo. Todavía no he terminado el curso de magia, así que hoy comerás sopa.
- Sí, pero de pargo, - le contestó Raúl alzando el carrete en su mano. Superfisherman va al ataque.
- Está bien, pero ten cuidado, ¿sí?. Nada de disparates.
- No te preocupes, vieja. Tú sabes que yo no entro en eso.
Disparatebalsamalecónmadrugada-frío-estrechodefloridaguardacostamiedotiburón-olasdetresmetroshambresedinsolaciónmuertelibertadyaquecarajoimporta... Mientras bajaba los escalones de dos en dos, pensó por un momento en Carolina, la rubia que era capaz de tirarse a cualquiera con tal de entrar a una discoteca, en Pedrito, el tipo que más cuentos de relajo se sabía en todo el Pre, en Andrés, siempre con su guitarra a cuestas cantando canciones de Silvio y Pablo y últimamente también de Willi Chirino, en El Flaco, su socio del alma, con quien había compartido penas y glorias, causas y azares. El Flaco le dijo en el último minuto lo de la balsa: "Asere, nos vamos mañana pa' la Yuma. Esta mierda no hay quien la aguante. Ven con nosotros". El tono del Flaco era de absoluta resolución y Raúl no dudó ni por un instante que aquello fuera cierto, aunque se resistiera a creerlo. "Broder, hazme caso, esto se jodió hace tiempo. Aquí no hay más nada que hacer". Raúl ni siquiera lo pensó. Cuando la vieja se enterara, no sobreviviría al susto, a la incertidumbre. Además, quizás hubiera esperanzas todavía. Perdería su grupo, es cierto, pero quién sabe, quizás algún día las cosas cambiaran... Cuando el Flaco se percató de la irreversibilidad de su negativa y entendió, o simuló entender sus razones, no insistió más. "Confío en ti, -le dijo. De esto no se puede enterar nadie, si no, nos parten la vida. Tú lo sabes". Tras un fuerte abrazo, el Flaco se quitó de la muñeca el Citizen de esfera dorada que le había prestado tantas veces para impresionar a las niñas. "Toma, te lo dejo. Allá me compraré otro." Raúl no quiso aceptarlo, pero el Flaco insistió. "Tómalo. Yo hice una lista de todas mis cosas con los nombres de la gente a las que quiero que se las entreguen. A ti no te puse porque pensé que te ibas a ir con nosotros. Así que toma y no me digas que no, coño". Pese a la insistencia y los argumentos de su amigo, Raúl no quiso tomar el reloj. "Se darán cuenta de que me lo diste antes de irte y se pondrán a preguntar cosas que yo no quiero responder. No te preocupes, con reloj o sin reloj, siempre me voy a acordar de ti, de todos ustedes. Algún día nos veremos. Que tengas suerte, hermano". Un último abrazo y el Flaco se perdió en la oscuridad sin más palabras. Apenas a una semana de la partida, ya todos sabían el rumbo que habían tomado los ocupantes de las cuatro sillas vacías del aula de segundo de Bachillerato.....
La brisa siempre húmeda del Malecón le golpeó el rostro en el último tramo de escaleras. Raúl se sacudió los últimos pensamientos del Flaco y se concentró en cruzar la transitada avenida. Los mejores lugares ya estaban ocupados, pues todo el mundo sabe en La Habana que después de la lluvia salen los peces. Luego de mucho buscar, consiguió un sitio cerca de Luisito, el del edificio de al lado, que hacía un remolino sobre su cabeza con un grueso cordel de nylon al que había atado un enorme anzuelo, sin más carnada que un gorrión recién asesinado en el Prado de una certera pedrada. Saludando al vecino, se acomodó lo mejor que pudo en el diente de perro y comenzó a preparar sus útiles. Con un cuchillo en la mano, tratando de mantener el equilibrio y de no dejarse mojar demasiado por las olas, desprendió algunos caracoles aferrados al arrecife y los fue colocando en el bolsillo de su short, para luego machacarlos y utilizar el pequeño animal como carnada. Comenzaba a subir otra vez hacia su posición, marcada con el carrete, como era costumbre entre los pescadores del Malecón, cuando sintió una algarabía cerca del lugar donde reposaban sus avíos. De dos ágiles saltos ganó el firme y sorteando las afiladas irregularidades, corrió hacia donde se concentraba la muchedumbre. Tony -a quien todos apodaban El Negro-, estaba plantado en la roca con cientochentaycinco libras y casi dos metros de músculo, algo más pálido y sudoroso que de costumbre. En sus manos sostenía un grueso cordel de nylon que zumbaba y se movía de un lado a otro, como poseído por una fuerza sobrenatural. A su alrededor llovían las opiniones y los consejos sobre el tamaño, la naturaleza del animal y la mejor estrategia para sacarlo a tierra, pero El Negro había dejado de escuchar, transformado de repente en puro instinto. El cordel comenzó a lastimarle hasta el punto de hacer brotar la sangre. Alguien puso en su mano un trozo de madera y le ayudó a enrollar el sedal cobrado, pues la pequeña lata que servía de carrete bailaba ahora sobre las olas, arrojada por los pies de algún curioso, de los que acudieron al grito de "¡Picó!" del pescador. Al cabo de veinte minutos, el animal comenzó a dar muestras de cansancio. Sus idas y venidas se tornaron más lentas y El Negro comenzó a ganar más y más cordel. Cobraron vida otra vez las especulaciones y las apuestas -que si pargo, que si tiburón, que si picúa. "Caballero, de aquí comemos todos. El Negro invita." Risas. Una sombra se perfila bajo el agua, iluminada por los últimos rayos del sol. El pez, agotadas sus fuerzas por la titánica lucha, reserva sus últimas energías para tratar de liberarse en el último instante. "Tiburón, te lo dije", grita alguien. Con un halón de sus manos llagadas, El Negro sube el escualo hasta la mitad de la altura del arrecife. En un intento final de librarse de una muerte que presiente inevitable, el animal agita su cuerpo desesperadamente y está a punto de zafar el enorme anzuelo de su garganta, cuando Luisito le clava el bichero en un costado. En pocos minutos el amo de las profundidades yace inmóvil, la panza apuntando al cielo. Sin pérdida de tiempo, El Negro clava su cuchillo entre las aletas pectorales, y con rápidos movimientos abre en canal el blanco vientre. Brotan las sangrantes entrañas, el abultado estómago. "Este viene premiao" -exclama alguien. El pescador, dueño absoluto de su botín, abre de un tajo la voluminosa víscera y mete la mano sin miramientos. Un olor nauseabundo que la brisa vespertina no logra ahuyentar, hace que todos retrocedan. Sobre el arrecife, El Negro va colocando sus hallazgos: peces muertos, varios trozos de hule de diferentes tamaños y un reloj Citizen de esfera dorada que, con un goteo imperturbable de segundos, anuncia el anochecer en La Habana.

Cuento "La última batalla"


A lomos de un mulo, recorría por cuarta o quinta vez el irregular camino que conduce al Pico Duarte, la mayor altura de las Antillas. Una pertinaz llovizna amenazaba con empapar su cuerpo, pero esta inesperada dificultad no le preocupó. Al fin y al cabo, en unas horas estaría junto a sus compañeras y compañeros bajo techo, y podría compartir todo lo que traía, algo que, sin lugar a dudas, constituía la principal razón de su existencia.
Nacida en los Estados Unidos de América, viajó a Cuba por primera vez a principios de los años sesenta, como parte de una misión secreta del ejército de su país, que terminó en un rotundo fracaso. Una vez allí, entregada a un soldado cubano, le acompañó fielmente durante años, primero a Europa y luego de vuelta al Caribe, esta vez a la República Dominicana. Era la segunda vez que viajaba sola, es decir, sin la compañía de su fiel soldado, pero no olvidemos que su fin era servir, así que aún cuando extrañara el olor de su sudor y sus anchas espaldas, ella se sentía satisfecha. Un susurro del monte y la repentina oscuridad, le anunciaron que la llovizna se estaba transformando en un verdadero aguacero tropical y la posibilidad de quedar empapada hasta las entrañas se tornó real. Con un grito y el restallar de su látigo, el guía azuzó el arria de mulos, en un intento por cruzar el primer paso de río y guarecerse en la ya cercana caseta. Pronto estuvo a la vista, desde un recodo del camino, el frágil puente de tablas y bambú. El vaivén de los animales de carga disminuyó al acercarse al paso del río. El puente resultaba demasiado estrecho para que el arria pudiese atravesarlo, así que no quedaba otro camino que vadearlo echándose a la corriente. Animal acostumbrado al trabajo fatigoso y al peligro de riscos y ríadas, el primer mulo se detuvo, temeroso de enfrentar la crecida, pero sus compañeros empujaron desde atrás. Un grito estentóreo del guía le acabó de decidir y el noble bruto metió su pecho en las aguas frías del arroyo, transformado por obra de la intensa lluvia en un peligroso torrente de agua, lodo y ramas arrancadas a los árboles. Un tronco de mediano tamaño rebotó contra una enorme piedra de la orilla y fue arrojado al mismo centro de la corriente, golpeando al sorprendido animal en los cuartos traseros. Sin exhalar ni un gemido, ella salió despedida del lomo de la malograda acémila a las feroces aguas, que la zarandearon de un lado a otro macerando su cuerpo contra las pulidas piedras de las orillas, llenando su boca entreabierta de arena, dejándola caer desde improvisadas cascadas y sumergiéndola, a veces por largos minutos, en insospechados bajíos. En un par de ocasiones logró asirse a las ramas que acumulaba el río en las pequeñas isletas, pero los desechos que arrastraba la corriente golpeaban su maltratado cuerpo sin darle un minuto de reposo. Su anatomía se hizo cada vez más pesada por la cantidad de agua y arena que almacenaba en su interior. Uno de los mulos pasó por su lado luchando desesperadamente por alcanzar la orilla. Finalmente, una rama más pesada que las demás la golpeó de frente, obligándola a soltar su asidero y a entregarse nuevamente a merced de las aguas. La lluvia, lejos de cesar, arreciaba por momentos aumentando el caudal. Ya nada podía hacer sino entregarse a la voluntad de la corriente, dejarse llevar, esperar un milagro que no ocurriría... Medio kilómetro antes de llegar a la confluencia con el próximo río, una rama puntiaguda desgarró su piel maltratada y reblandecida. Brotaron sus entrañas multicolores, abandonándola a golpes de agua sucia. La arena acumulada en su interior se esparció y la envoltura de lo que fue su cuerpo, finalmente liberada de tanto peso, bailó por última vez sobre la espuma, antes de desaparecer bajo la superficie.
El fulgor de las estrellas en el cielo limpio de la cordillera, como cirios de un último homenaje, iluminaron el paso silencioso de sus restos hacia el lejano valle...
El amanecer en el valle sorprende al campesino camino de su conuco, al otro lado del río. La crecida del día anterior arrancó el endeble puente de madera y ahora tendrá que buscar un vado para cruzar. Maldiciendo entre dientes camina rió arriba hasta encontrar un paso. Aquí la corriente acumuló montones de hojas, troncos y otros desechos y formó una especie de puente natural. Haciendo equilibrio con las manos se dispone a franquearlo. Algo llama su atención justo en el centro de la improvisada barrera, semioculto bajo el mustio follaje. Aferrada a las ramas con sus tubos de metal, hay una mochila desfondada. Sobre su piel verde olivo alguien cosió una vez una pequeña bandera cubana que las aguas casi arrancaron. Debajo, aún se puede leer una inscripción: U.S ARMY.

sábado, 13 de junio de 2009

Los Cubanos


Una reflexión de María...

Si creemos en el Karma, pensaremos que algo muy grande tenemos que pasar los cubanos, que la cifra de errores y pecados que cometimos en otras vidas tiende a + infinito y estaremos eternamente condenados a reencarnar hasta el final de los tiempos. Hoy portamos pasaportes haitianos, españoles, dominicanos, gringos, africanos, peruanos, pero sobre todo el pasaporte del país del nunca jamás. Marcados por la ley de ajuste cubano, por la búsqueda eterna de las esencias y de la verdad absoluta, poseemos el peor defecto postmoderno: morir lentamente si perdemos los sueños.

Creímos en un mundo de espejismos, que solo existió en las sombras de la” caverna “ en la que nos encadenaron, pero al final lo vimos caer ante nuestros ojos como un deslumbrante palacio de cristal roto. Entonces nos refugiamos en Dios, o en el sexo o las drogas, en nosotros mismos, en la familia o en la meta de huir costara lo que costase o todo al mismo tiempo: al final solo quedó el sin olvido y un extraño sabor en los labios.

Con hijos que oran con el Corán, o evangélicos, o comunistas, o demócratas; con hijos diferentes de todos los colores y banderas, vaga el pueblo cubano buscando un planeta perdido del que solo quedan ecos en su mente y que si algún día existió hoy solo vive en el mundo de las ideas, pero allá duerme esperando tiempos mejores.

Sin su madre patria, con madrastras a veces complacientes y otras llenas de crueldad, mineros en Bolivia, maestros en dominicana, vendedores de helado o policias en Miami, putas en España, ejecutivos en México, escritores en Londres, nos vemos envueltos en la vorágine del diario vivir o del buscar para seguir existiendo.

Y la distancia nos devora la raíz con sus dientes de hielo: los que no escapan, esos viejos de la jaba y el mercadito y esos jóvenes de Alamar Express, al final nos resultan a los de fuera más desconocidos que los que caminan junto a nosotros las calles de nuestra Patria –Madrastra. Sin embargo, esos -que no quieren o no pueden huir, pues “los muertos no los dejan salir del cementerio”- esos también sufren y esperan.

Y sabemos que los que quedaron en la caverna, esperando viven y soñando mueren y a veces son felices cuando les llega el biombo, cuando les nace un hijo, o cuando tienen F.E. Y los que logramos escapar soñando vivimos y esperando morimos, y somos felices a veces, cuando cobramos y compramos flores o cuando sonríen nuestros hijos frente al mar.

¿Y qué soñamos, y que esperamos.?….. eso solo lo sabe un cubano, tal vez podrían preguntarnos. Pero les aviso, nunca podrán entendernos : los cubanos y nuestros sueños “ya no somos de este mundo”.


viernes, 12 de junio de 2009

Proyecto "Hogar"


Las cicatrices de la tierra

Polémica del absurdo la de estos días, donde un gobierno sordo a la voz de la cordura de su pueblo, insiste en lesionar de manera permanente un santuario natural, testigo de nuestras más antiguas raíces culturales y reservorio del 40% del agua de esta isla, que es de todos, los que ahora estamos y los que vendrán después. La cementera de Gonzalo es casi un hecho, pese a los esfuerzos y la actitud cívica, comedida y respetuosa de amplios sectores de la República Dominicana, que sólo están solicitando la revisión del estudio de impacto ambiental ;pese al consejo prudente de organizaciones ecológicas nacionales y foráneas. No parece importarle a la actual administración del Estado el costo político de tan impopular decisión, porque aparentemente es mayor la deuda contraída con los gestores financieros del proyecto industrial, y confían en la proverbial fragilidad de la memoria del pueblo, que en tiempos electorales se vende al mejor postor y olvida las ofensas, los engaños, las manipulaciones y los atropellos, porque "ahora 'e", y "e' palante que vamo". Sin embargo. algo diferente está sucediendo en esta ocasión, algo que nunca había tenido la oportunidad de vivir en estos 15 años de necesario exilio en esta tierra mágica que me duele tanto como la que me vió nacer. He visto movilizarse en las calles, manifestarse públicamente en encendidos y auténticos discursos a una juventud que había estado aletargada durante demasiado tiempo, sumergida en viernes sociales, sábados de bonche y domingos de reclusión familiar o conformismo religioso. No se trata de un grupo de sindicalistas arribistas o activistas políticos disfrazados de dirigentes comunitarios, ni de falsos comunistas de discursos retóricos y yipeta del año, ni siquiera de la figura solitaria de un salesiano de apellido sugestivo, tildado de "loco" y "revoltoso" por sus detractores. No. En esta ocasión son otras las voces y es más profundo el mensaje. Apostar a la fragilidad de la memoria es como jugar a la ruleta rusa con un Magnum .357 con cinco cápsulas en el tambor. Quedarán las cicatrices en la tierra de Gonzalo, pero habrá una voz permanente desde el centro del pueblo, que nos recordará de qué manos vino la primera herida.


viernes, 29 de mayo de 2009

Declaración

Soy
Un niño sin cordón umbilical
Un árbol que necesita del canto de los pájaros
Para florecer al menos una vez al año
Soy
La moneda que lanzaron al aire en una apuesta fratricida
El puño que golpea la puerta insensible
La ventana que golpea la lluvia indiferente
Soy
El intento de ser a lomos de las letras
El hombre que persigue su ancianidad remota
Y sueña con sembrar sus huesos doloridos
En la tierra que lo echó al mundo
En un fatídico amanecer del mes de mayo.
Soy
El mapa proscrito de una tierra imprecisa
La verdadera profundidad del cosmos
El sueño de un tornado que barre dictadores
La ausencia extraordinaria del abrazo
El verbo impublicable
La noticia maldita
Soy
El sempiterno aliento de la rabia
La nostalgia hecha carne por decreto
La solución a todos los problemas
La esencia de los sueños destrozados.
Soy
En fin
La carabela que parte a la ventura
Sin nada que ofrecer, salvo lo puro
Que guardé con tanto celo en mi garganta
Sin nada que brindar, salvo el futuro
De un abrazo sincero en la distancia.

En el bosque

Sobre los pinos despierta la mañana
Se desprende de sus últimos bostezos
Lava su rostro en la hierba sorprendida
Y sacude la pereza en cada abeja
En cada mariposa
En cada tierno tallo que germina
Cada vez más arriba
La luz solar
secular e inquisitiva
le arranca al bosque un concierto de sonidos
que manos mágicas dirigen con la brisa
y sorprende al viajero en el camino
la madeja de aromas que lo abriga
Una rosa en el sendero hacia los montes
Me recuerda tu ausencia repartida
Su perfume la ternura de tu aliento
Y sus pétalos tus labios en mi oído
Al final de este viaje
Cuando muera la tarde entre las lomas
Cuando el sol se despida de los pinos
Cuando dejen de volar las mariposas
Y las aves regresen a sus nidos
Quedará tu presencia en el recuerdo
Y quedará una rosa en el camino.

DESCONFIANZA

Fragilidad de mitos aprendidos
Desconfianza de letras ancestrales
Repetidas
Recurrentes
Colgadas de barbas míticas
De relucientes tonsuras que se inclinan
De boinas estrelladas e ideales
De idénticos discursos
De las alas de una paloma con mil rostros
Etéreos o africanos...
La esperanza se hace ingrávida y lejana
Con cada acto de fe que se envenena
Desde la punta bífida de una misma lengua
Santa o excomulgada
Guerrillera o monástica
De ideas o de lanzas
De fiel resignación o justa rabia.
Es volátil la esencia de los sueños:
el perfume fugaz de la esperanza
danza atado a los hilos de una trama
que manejan las manos mercenarias.
Desconfía del brazo que las guía
de la fría cabeza que las manda.
Desconfía de la esencia de los sueños:
es fugaz y volátil.
Es humana.

La Noticia

El viento la levanta junto al polvo
Juega con ella en piruetas ascendentes
La pasea por las calles
Es tan raudo su vuelo que no llegan
Las furtivas miradas a su esencia
Desciende ante el asombro de los árboles
Por una céntrica avenida
Se aferra al cristal de un autobús
Por un instante
Y se burla de los ojos que la siguen
En su rápido ascenso en espirales
Hacia el cielo
Hacia las nubes grises que amenazan.
Una gota
Dos
Tres
Un aguacero
En su yo de papel policromado
La noticia se vuelve más pesada
Más frágil
Más confusa
Hasta dar con su cuerpo moribundo
En el humeante pavimento que la aguarda
Un rápido torrente la amortaja
En su viaje hacia la nada
Hacia la próxima alcantarilla
Donde desciende
Antigua y olvidada
Frente a los ojos curiosos de las ratas.

Penélope reverse

Ya sé que no vendrás
que no se teñirán las madrugadas
de susurros y suspiros
y no habrá desayuno de besos
ni alborada
con tu deseo flotando a la deriva
en la sedienta piel de quien te espera.
Perdí mis amuletos
la poesía no es poesía si no ata
tu cintura con un lazo de metáforas
tu vientre con un trino de esperanza
si no estás
si no llegas
en el capricho de una nube anaranjada
en este viento que me crispa las entrañas
en algún atardecer del mes de enero
cuando podamos los retoños de la duda
para ver florecer sueños enteros.
No lamerán las olas las huellas de tus pasos
la imagen única y fugaz
del silencio de las algas en tu espalda
del asombro de tus poros
de la sal que se anida en tus cabellos
del millón de arco iris
en que navegan tus pechos florecidos.
Estrenará tu ausencia la ciudad centenaria
no pisarás los adoquines de la plaza
las esquinas angostas
las aceras estrechas y apremiantes
los charcos de neones que revientan
aquí y allá en multicolores argumentos


Ya sé que no vendrás
y entonces todo cambia...
O nada cambia...
El mundo luce igual pero distinto
y la lluvia es más fría en pleno Agosto
porque se ha vuelto eterno aquel invierno.
Ya sé que no vendrás...
pero aún te espero.

Dos sonetos a tu ausencia (Ejercicio poético: rima y forma)

I
En inútil intento de olvidarte
Trafico con la imagen de lugares
Me pierdo en el azul de aquellos mares
Que me urgen a cruzarlos y encontrarte

Sorprendo en cada esquina tu sonrisa
Me acecha la ilusión a cada paso
De volver a nacer en cada abrazo
Y dibujar tu silueta con la brisa

Preso de soledades en mis playas
Aún guardo las gaviotas que dejaste
Con sus alas al viento en la mañana

Mi nostalgia no permite que te vayas:
Sigo buscando en el sueño que inventaste
Serenatas de amor en tu ventana.


II

De tu ausencia y de ti a cada momento
Me habla la lluvia que llora en los cristales
Anegando con su llanto los portales
Arrastrando tus recuerdos en el viento

Ya no sabe mi garganta de bemoles
Mi voz enronquecida es una queja
Van mis dedos tejiendo una madeja
En mi guitarra de espuma y caracoles

Vano intento de hallarte: la quimera
Que adivina en cada nube tu regreso
Nace con cada nueva primavera

De la ilusión de verte me hace preso
Y grito al viento como el rey en la pradera:
“ Doy mi reino, mi reino por un beso”

Canción del amor esdrújulo (ejercicio poético con esdrújulas)

Navego sobre esdrújulas
para sentirte mágica
y penetrar intrépido
tu dimensión galáctica
No necesito brújula
en esta noche lírica
si siento que eres única
en este vuelo místico
No temo ser romántico,
-ni barroco, ni clásico-
al pasear en tus límites
que resultan lo máximo
En mi oído hay un cántico,
susurrante y agónico
que de tus labios pálidos
anida aquí en mi espíritu
y vuelan sobre el trópico
de tu cintura agnóstica
mis dos manos metódicas,
mis deseos oníricos.
Resultas ser la música
de un instante alegórico
breve tiempo nostálgico,
un casi espacio utópico,
intervalo diatónico
en un acorde mórbido,
resolución atípica
sobre mi lecho atónito.

LOS AMANTES

¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano
algo habla entre sus dedos
lenguas dulces lamen la húmeda palma
corren por las falanges
y arriba está la noche llena de ojos
Son los amantes
su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped
hacia puertos que se abren entre sábanas
Todo se desordena a través de ellos
todo encuentra su cifra escamoteada
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada:
el tigre es un jardín que juega
Amanece en los carros de basura
empiezan a salir los ciegos
el ministerio abre sus puertas
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día
Ya están vestidos, ya se van por la calle
y es sólo entonces, cuando están vestidos
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos

SONATA MÍNIMA A LA GRAN CIUDAD

Primer movimiento: Allegro

La ciudad te escupe en el rostro la basura
se viste en la mañana de hollín y de sonidos
trafica con las almas pobres y soñolientas
y con sus ojos rojos y titilantes
te recuerda a cada paso tu premura
La ciudad se desayuna de nimios accidentes
bebe las maldiciones sin azúcar ni crema
saborea el lamento de su tropa de esclavos
y los envía de prisa a oficinas y escuelas.
La gran urbe presume de follajes y trinos
de sol en cada vena, de fruta en cada esquina
peina sus cocoteros con brisas del Caribe
y lava las aceras con su aliento marino.



Segundo Movimiento: Adagio


Con sus atardeceres de polvo y de bullicio
la ciudad se prepara para la gran orgía
sumerge los deseos en un espeso enjambre
de música y de voces, de lágrimas y olvido
La ciudad se disfraza de puta y de travesti
cubre sus escaseces con rouge y lentejuelas
comercia con deseos a bajos intereses
y le devora el alma a aquel que se la entrega.
Con su espalda plagada de tablas, zinc y barro
la gran ciudad ignora a los pobres del mundo
mientras que con su cara de vallas y neones
anuncia a los pudientes las ofertas de turno.


Tercer movimiento: Andante

Llega la madrugada con su exhausto silencio
y la ciudad descansa –por fin- de su avaricia
vigila el sueño inquieto de su tropa incolora
pidiéndole a las nubes que barran su inmundicia.
Y con el sol naciente nos la escupe en el rostro
vuelve a vestirse entonces de hollín y de sonidos
comienza un nuevo día, enrojecen sus ojos
bailamos nuevamente con el mismo latido.

VIII

Hay sólo unas pulgadas de silencio
entre tus manos y mis manos.
Tan sólo unos milímetros de aliento
separan nuestros labios.
Tantas noches colgado de la espera
y al fin llegas,
con tu risa indeleble...
Apenas media hora
de biografías y nostalgias
y siento que aquí estás,
como estuviste siempre...
como siempre te quise,
como soñé que eras.
¿Por qué no te hallé antes?
¿Por qué no tropezamos una tarde
- en una esquina de La Habana, por ejemplo-
desparramando mis libros por el suelo,
yo con Silvio a la espalda,
tú con tus ojos imitando al cielo?
¿Por qué no te besé por vez primera,
y no te enamoré con mis canciones?
¿Por qué no fui yo,
el personaje favorito de tu diario?
El pasado no existe, fué una vez...
Pero esta noche,
tan sólo unos milímetros de aliento
separan nuestros labios...
Cierra los ojos,
acerca bien los tuyos a los míos
y regálame ese beso solitario.

Tríptico breve

I

Si la mañana nace de tu rostro...
¿cómo poder amar las caprichosas nubes
que me ocultan la luz que hay en tus ojos?


II

La tarde viene en tus manos
La tarde viene en tu risa
La tarde viene en tus besos...
¿por qué no llega la tarde?


III

Llega la noche y se va, y regresa en un suspiro,
como la espuma de las agua del Caribe.
Envueltas en un arrullo celestial,
arropadas en un manto de estrellas
me envuelven la noche y tú.

Estado del tiempo

América se estremece con el último pronóstico del tiempo:
habrá nieve
en las calles de La Habana.
Sobre el asfalto de tanta juventud desperdiciada
lloverán las promesas,
soplarán esperanzas con sabor a mañana.

Habrá frío en La Habana,
frío de corazones sumidos en la mierda,
" en afrenta y oprobio sumidos",
en cadenas atados tantos años
por manos blancas y cuidadas,
que jamás conocieron
el lado amargo de la caña.

La radio escupe la noticia: habrá nieve en La Habana,
"por fin",
exclaman algunos,
era ya hora de que Dios la enviara.

Pero,
¿Será esa nieve impávida el lecho de las almas cansadas?
las perseguidas,
las hambrientas,
las sin nombre,
las sin hambre,
las deshechas,
las ajadas,
las descreídas,
las sin Patria,
las usadas por todos,
las que usaron a todos,
las sin nada.

Muy al Norte,
la Oficina del Tiempo,
dice tener la última palabra.

Alguna vez

Alguna vez,
conocí el alma de una mujer,
brillo entrelazado de transparente cristal y negra obsidiana,
y una letra sutil donde perdía la razón,
y una voz sin sonido que mis pensamientos mecía.
Conocí el alma de una mujer,
caricia y huracán confundiendo mis sentidos,
y el susurro deleitándome en el alma,
y el amor en mí,
floreciendo noche a noche.
Conocí el alma de una mujer,
y en un abismo de bellezas me perdí,
viviendo, temblando, amando,
según sus alegrías,
según sus tristezas.
Conocí el alma de una mujer y falto de razón la dejé escapar,
permitiendo que su esencia se escurriera de entre mis dedos,
sin ver que ella se llevaba parte de mi ser al alejarse.
Alguna vez tuve la dicha de existir y sentirme un ser completo,
y encontrar significado a mis razones,
hallar belleza en mi existencia.
Alguna vez tuve la dicha.
Alguna vez..

En el parque

Cuatro tablas de pino bajo el verde del recuerdo
Constituyen un infinito espacio para amarnos.
Sobre todo
Si es un atardecer equidistante y perfecto
Si se fue el autobús que tu esperabas
Si cuatro niños patean un balón frente a nosotros
Si de repente el cielo se oscurece
Y alguien desde arriba nos regaña
Si dos viejos nos miran con envidia
Si cantan las campanas de la iglesia
Y un pájaro de urgencias ensucia mi camisa
Sobre todo
Si nos importa un carajo todo eso
Cuando mis manos enciendan tus mejillas.

Mirarte

Espacio planimétrico y brillante
Cartón afortunado
Desde donde sonríes
Con retraso de un año.
Absurdo cautiverio de tu imagen
Tan lejana en el tiempo
Donde habitas ahora...
¿sentirás que te extraño?
Imposible abrazarte
-cabes en un bolsillo-
¿y si te beso?...Es inútil,
empañaría tu brillo.
Pero puedo mirarte
Tal y como me miras
Con esos ojos fijos...
Puedo escuchar
la música que cantas
En mi oído.
Ser cómplice del viento
que travieso
Levanta tu vestido.
Aquí estás...
Y no estás.
Mas te siento conmigo.
Aunque ausente y lejana
Sigo hablando contigo...
Perdona, no hagas caso,
Ya ves que desvarío...
Es que frente a tu foto,
Amada mía,
Ya no sé lo que digo.

Amores de Chat

Pensamos en la magia
De esa gaviota inquieta
Que lleva nuestros sueños
Recorriendo el planeta.
Sentimos que navega
Sobre la brisa tibia
Que transporta los besos
Que entrega una caricia
Confiamos que aunque lejos
Esté su remitente
Llega su amor al vuelo
Y su abrazo se siente…
Pienso que si tus manos
Recorren el teclado,
¿por qué no puede mi alma
estar hoy a tu lado?
Piensas que me desnudas
Con tus preguntas locas
Y me sientes tan cerca
Que casi al fin me tocas
Pienso en como serás
En tus ojos, tu pelo,
Y el halo que te envuelve
Aumenta mi desvelo.
Piensas que te he mentido,
Que no soy lo que digo...
Pero..¡Cuánto disfrutas
Cuando ríes conmigo!
Pensamos que es absurdo,
Que es pueril, que es jugando...
Entonces...
¿por qué diablos nos seguimos amando?

Luz y sombra

Llegas difusa
A la memoria de la génesis
deshaciendo en átomos nocturnos
el eterno retorno recurrente.
Me llegas sepultada,
Apagada de sueños ancestrales
Bajo la luz muriente...

Con tu aroma de orishas
Bañados en caracoles indiscretos
Respiras la savia de la ceiba,
Te unges de collares y amuletos.
Vives para esperar,
Esperas vida,
Clavada al tiempo
Riendo a carcajadas de tu herida.
Isla luz
Isla faro
Isla ejemplo
Isla corcho
Espejismo de América la indígena.
Manos ansiosas te palpan desde lejos.
Manos de ciego
Intensas
Desgarradas...
(el tacto de la luz bendice y sana)
Pero es la sombra,
Particular y primitiva,
Sombra llanto
Sombra triste
Sombra patria
Sombra inerte
Es la sombra
Quien al filo de la luz se yergue
En un eclipse de esperanza:
Isla siempre,
Bajo el cono de sombra de la Muerte.

In memorian

A mis hermanos muertos en el estrecho más ancho
de la geografía del planeta.



Infinitud del ser,
Colgado en una arista de los sueños.
Vaguedad insoportable del silencio.
Absurda letanía microcósmica.
La vida brota de tus manos,
Mientras buscas en el cajón de la memoria
En la otra orilla de hombre niño-ausente
El rostro lejano de un juguete roto.
Se esfuman las palabras en la espuma,
Metamorfosis sangrante
Metáfora en la lengua
De un barco inútil
cincelado en el espejo
Escalando dimensiones
De inicios distantes en el viento.
Caen las máscaras de hielo,
Rueda el manto de humo sobre el agua,
Vida puente
Sueño sangre
Ola muerte
Vértigo llanto escrito en las pupilas,
Abismo hacia el descanso
Abrazo interminable con lo eterno.

Madre

Si no fuera por ti
con esa fe en las cosas
que parecen haberse malogrado
y que luego resultan cosas hechas.
Si no fuera por ti ¿qué habría pasado?

Si no fuera por ti
que encuentras mil saludos,
aunque nadie se asome a mi costado
y conviertes la ausencia en multitudes.
Si no fuera por ti, siempre a mi lado.

Si no fuera por ti,
¿que sería de mí, dudando de la vida en cada tramo,
en esta soledad cada vez más oscura,
si no fuera por ti,
que me has amado.

Imaginada

Pienso en ti,
y florece la luz de una sonrisa,
salta en pedazos la rutina de un domingo,
y me descubro sobre el mar haciendo islas.

Pienso en ti,
y la ternura despierta en la mañana,
un niño alado quiere jugar con el perfume
de un millón de girasoles que germinan.

Pienso en ti,
y navego en la magia que me envuelve,
al timón de mi barco de ilusiones,
que vuelve a hinchar sus velas remendadas.

Pienso en ti,
y puedo ver la huella de los duendes,
que me muestran el camino sobre el agua,
para llegar hasta ti rompiendo amarras.

“Réquiem” (Para Tere, el ángel de ojos oblicuos)

¿Dónde estás?
¿En qué recóndito azul te refugiaste,
que hoy no encuentro tus manos,
no hallo el lenguaje torpe de tus pies,
tu risa de naranja,
la algarabía intrépida
con que paseabas tu cruz por el espacio?
¿Con quién bailas ahora?
Un ángel se despierta a cada paso,
A cada vuelta de tu cuerpo entre las nubes.
Tu resplandor opaca las estrellas...
Hacia siempre navegas,
Sobre la cola enhiesta de un cometa,
Hacia donde la noche es sólo un sueño.
¿Puedes oírme?
Desde aquí quiero decirte que te amamos,
Que estás en cada labio, en cada gesto,
Para siempre atrapada en un abrazo.
Para siempre,
Vives en cada uno de nosotros.

Notas de ausencia

Soledad,
Goteo abigarrado de ausencias
Desde la otra orilla de tus ojos
Tierra injerto
Nube sueño
Alas que pulverizan el retorno
Desde el vórtice enajenado de la rabia.
Aquí distante
En este vaivén
Que se esfuma hacia otros mares.
Aquí arcilla,
Modelando tus días
Para hacerte paloma en la distancia.
Aquí te palpo lejana,
Distancia recuerdo
En mis ecos de hombre solitario.
Mis almanaques siguen tu rastro
Sigo tus pasos que pendulan
Sobre mis aceras calladas
Desde donde se alzaron mis primeros argumentos.
Divago en este aire enrarecido
Buscándote en el azufre de mi carne.

martes, 26 de mayo de 2009

Del verbo y el tiempo

Calla
Está de más el verbo
cuando dos manos se palpan en penumbras.
No hacen falta palabras de preludio
si en mi oído tu aliento las murmura.
Escucha
el latido del mar en mi costado
el húmedo silencio de tenerte
la feroz alegría que me envuelve
la ilusión hecha carne en tu cintura.
Quiero
extraviarme en tu vientre sin remedio
escalar la montaña allá en la bruma
beber en esas aguas transparentes
en donde todo mal encuentra cura
Toma
mi alma sin reservas te la entrego
mi ahora mi nunca mi pasado
para que las palomas que te envuelven
me lleven de la sombra a tu regazo.

lunes, 25 de mayo de 2009

Por fin

En estos días de lluvia, cuando todo, menos el hambre, parece disolverse, cuando los sentidos se cansan del ritmo implacable de las gruesas gotas sobre los techos de los automóviles, tengo tiempo para pensar, por fin.